Cambio climático. Como determinar y reducir los riesgos asociados a estos fenómenos extremos.
36 de Marzo. Día Mundial del Clima.
Alrededor de 11.000 desastres relacionados con el tiempo, el clima y el agua, han sido registrados en los últimos 50 años, los mismos han provocado más de 2 millones de muertes y pérdidas económicas por valor de 3,64 billones de dólares de los Estados Unidos. Esto supone una media mundial diaria de 115 muertes y 202 millones de dólares en concepto de pérdidas económicas.
El Atlas de la OMM sobre mortalidad y pérdidas económicas debidas a fenómenos meteorológicos, climáticos e hidrológicos extremos (1970–2019), afirma que el número de desastres se quintuplicó entre 1970 y 2019 y las pérdidas económicas han aumentado, multiplicándose por siete.
A pesar de lo negativo de la estadística, el perfeccionamiento de los sistemas de alerta temprana y las estrategias de reducción del riesgo de desastres, han contribuido positivamente en que el número de muertes sea casi tres veces menor desde 1970.
Las sequías se han cobrado el mayor número de vidas en los últimos 50 años, especialmente en África. Se calcula que en 1983 hubo 450 000 muertes relacionadas con la sequía en Etiopía y el Sudán. Las tormentas ocupan el segundo lugar en cuanto a mayor número de víctimas, especialmente en Asia (un ciclón tropical mató a 300 000 personas en Bangladesh en 1970 y a otras 140 000 en 1991).
Por desgracia, los pobres son los más afectados. Aproximadamente nueve de cada diez muertes se producen en los países en desarrollo.
Los ciclones tropicales son los que más daños económicos han causado en los últimos 50 años, seguidos de las crecidas. El huracán Katrina, que azotó los Estados Unidos en 2005, fue el desastre más costoso, con unas pérdidas que ascendieron a la asombrosa cifra de 163 610 millones de dólares. Los siguientes tres desastres más costosos se produjeron en su totalidad en 2017 (huracanes Harvey, María e Irma).
Con demasiada frecuencia, nos enfrentamos a múltiples peligros simultáneos cuyos impactos en cascada afectan a la infraestructura, la agricultura, el transporte, la energía y los sistemas sanitarios.
Un ejemplo de ello fue la erupción volcánica submarina y el tsunami resultante en la nación insular del Pacífico de Tonga en enero de 2022. Además de la devastación física, los habitantes de Tonga tuvieron que hacer frente a las amenazas para la salud derivadas de las cenizas y los gases volcánicos. La capacidad de afrontamiento se ha visto diezmada en el momento más crítico de la temporada anual de ciclones tropicales. Las ondas de presión y de marea resultantes de la explosión recorrieron el mundo; entre sus numerosas repercusiones se incluye un derrame de petróleo frente a la costa peruana.
El ciclón tropical Batsirai, que azotó Madagascar en febrero de 2022, puso de manifiesto los peligros en cascada de los vientos violentos y las lluvias torrenciales, que causaron víctimas y destrucción y provocaron inundaciones costeras y en el interior, así como deslizamientos de tierra y lodo.
Las olas de calor suelen estar asociadas a la sequía, la mala calidad del aire y los incendios forestales, que a su vez pueden agravar el riesgo de crecidas repentinas durante lluvias posteriores.
Como resultado de ello, los impactos de los fenómenos meteorológicos extremos y del cambio climático han pasado a contribuir de manera importante a las crisis alimentarias, los desplazamientos y la migración y la inseguridad socioeconómica. La COVID-19 ha aumentado la complejidad de la gestión de desastres y ha aumentado enormemente la carga sobre los centros sanitarios, además de incrementar la mortalidad relacionada con el calor en muchos países.
En 2020, se calcula que 30 millones de personas se vieron desplazadas por desastres relacionados con el tiempo, según la Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres. La pandemia, combinada con fenómenos meteorológicos extremos como la sequía, está teniendo efectos devastadores en el hambre y la pobreza en el mundo. En 2020, 2 300 millones de personas carecieron de un acceso adecuado a los alimentos durante todo el año.
El aumento de los costes socioeconómicos pone en peligro el desarrollo sostenible. Se prevé que esta tendencia continúe, ya que las personas, los bienes y las infraestructuras están expuestos al riesgo en nuestro mundo interconectado y urbanizado. Se calcula que en 2030 el 50% de la población mundial vivirá en zonas litorales expuestas a inundaciones, tormentas y tsunamis.
Por ello, la comunidad de la OMM se esfuerza por aumentar la capacidad para determinar y reducir los riesgos asociados a dichos fenómenos extremos. Una nueva iniciativa, denominada “Catalogación de Fenómenos Peligrosos Relacionados con el Tiempo, el Clima, el Agua y el Tiempo Espacial”, reforzará la base estadística para el desarrollo, la planificación y la prevención nacionales y proporcionará un fundamento sólido para comprender la exposición a los peligros y sus impactos.